El bélico telegobierno…

El 19 de marzo, Obama, de visita oficial en Brasilia, durante un almuerzo en el Palacio Presidencial de Planalto, se tomó unos minutos para recibir un llamado de la Secretaria Clinton y, consecuentemente autorizar el ataque militar a Libia. Después que Obama se hubo retirado del país, la presidenta Roussef exhortó el cese del ataque por considerarlo un tema a ser discutido en la Asamblea de la ONU y no en el Consejo de Seguridad.

El 26 de mayo, estando Obama de visita oficial en Paris, firmó la validación a la tan controvertida Ley Patriótica, creación de George W. Bush con los acontecimientos del 9/11. Dicha ley es discutida por varias organizaciones civiles por los severos daños que le produce a las libertades individuales de los ciudadanos. Lo particular de esta firma es que Obama utilizó un dispositivo que automatiza la función del presidente interino: se trata de una máquina «autopen» que sostiene una lapicera que, con la adecuada autorización de Obama desde el lugar en que esté, realiza su firma en la Casa Blanca. ¡Un presidencialista avance tecnológico!
También el 26 de mayo, el Congreso americano aprueba y eleva al Poder Ejecutivo la National Defense Authorization Act, que incluye la provisión de autorizar la Guerra Global (Worlwide War), sin fecha de vencimiento, para que el presidente pueda comenzar una guerra en cualquier lugar del mundo, en cualquier momento, a su arbitrio, sin necesidad de una autorización del Congreso. ¡Mayor concentración de poder presidencial! Y un tema bastante delicado.

Hannah Arendt

Hannah Arendt escribió en 1971 un texto titulado La mentira en la Política. Allí, la filósofa de origen alemán hace un comentario sobre la mentira organizada del gobierno americano y sus agencias, estructurada en derredor de la Guerra de Vietnam. Uno de sus comentarios fue que el mundo puede llegar a asustarse de la “amistad” de los Estados Unidos y de su “compromiso” para con determinados objetivos. Recordemos que Pakistán es un país “amigo”, al cual le han cedido una importante cantidad de armamentos. A este amigo, solamente lo invadieron en su soberanía. Asimismo, desde la “casa” (el Palacio de Planalto) de otro país “amigo”, autorizó un ataque militar a un tercer país. Y, por último, desde el país reconocido históricamente por el motto “libertad, igualdad y fraternidad”, firmó un acta que continuará dañando las libertades individuales de los habitantes de los Estados Unidos.

En el mismo texto, comenta Arendt, que si bien ha sido siempre una condición legal, el último de los presidentes de los Estados Unidos que supo de la necesidad de solicitar al Congreso la autorización para atacar a otro Estado,  fue Eisenhower. Todo un caballero a la antigua.
No es casual el haber utilizado el texto de Arendt, dado que las tres resoluciones que nombramos cargan con sus dosis de mentiras necesarias, por un lado, para mantener la imagen de superpotencia en momentos de una economía interna difícil y, por otro lado, utilizando lo que podríamos llamar la estrategia del enemigo externo permanente, que habilita a mantener a sus habitantes controlados y unidos por el terror a lo foráneo. Ni hablar de las grotescas diferencias entre las promesas de campaña y los actos de gobierno.
Alejandro Fidias Fabri

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